“El reino del revés” y el país de no me acuerdo”
No es siquiera una nota de análisis periodístico o sociológico. Es apenas un breve análisis de la realidad que nos atraviesa a partir de la humilde mirada de una mujer, ciudadana argentina, preocupada por el devenir político y social del país que amo y habito, con la humilde pretensión de invitar a pensar los consumos informativos con los cuales formamos gran parte de nuestras opiniones diarias y creamos nuestro sentido común (que no siempre es buen sentido).
En el reino del revés los mismos que cuestionan al movimiento feminista se regodean en su morbo frente a la difusión de las fotografías de una víctima de violencia de género sin su consentimiento y en un acto que se constituye aberrante en tanto que es revictimizante.
Las tapas de los diarios exponen a una mujer que no ostenta carga pública alguna por vincularse a hombre con poder. Es su foto, la de quien no debe dar explicaciones públicas por sus actos privados, la que está expuesta al escarnio, la crítica y la misoginia de muchos que dicen a viva voz estar interesados por el bienestar de la víctima. Sin embargo el hombre poderoso no es expuesto en primera plana, no, es ante todo hombre, claro.
En el reino del revés la “gente de bien” indignada por la desaparición de Loan ignora, naturaliza o minimiza el allanamiento a un diputado misionero de LLA en cuyos dispositivos tecnológicos hallaron pornografía infantil, información vinculada a la pedofilia, zoofilia e incesto en una causa vinculada a una red de pedofilia internacional.
Se indignan con las acciones morales de una mujer que nada debe por sus acciones privadas pero no se indignan porque aún no se expulsó ni se pidió el desafuero del diputado investigado.
Tampoco se indignaron cuando a una mujer le gatillaron dos veces en la cabeza ni les interesa que la investigación sea tendenciosa, poco seria, parcial y constituya casi el encubrimiento mismo del hecho. Pero claro, la víctima en este caso es la “yegua”, la “chorra”.
Entre tanto, en el país de no me acuerdo, algunos políticos piden bajar la edad de imputabilidad para que los niños mayores de 13 años sean punibles, los medios operan a favor de la propuesta en tanto que a pocos parece horrorizarnos la defensa que hace un sector de la política de quienes fueran condenados por nuestra Justicia Federal por crímenes de lesa humanidad que incluyen secuestro, tortura, violaciones, desaparición forzada, asesinato y sustracción de menores. “Son unos pobres viejitos octogenarios”, claro.
En el país de no me acuerdo perdimos registro de lo que sucedió la última vez que una gestión de gobierno apostó a la timba financiera y la especulación en vez promover la producción y el desarrollo industrial. Olvidamos gestas, luchas, orígenes, identidades.
Olvidamos o decidimos ignorar deudas económicas y sociales caras para todos en años pasados y por desgracia y repetición, años futuros.
Las consecuencias de nuestros actos de hoy, de la formación de nuestras opiniones de hoy, lo que estemos dispuestos a tolerar hoy, lo que nos neguemos a ver y juzgar hoy van a ser terribles para nuestros hijos y nietos. Lejos de propiciarles un país confortable para desarrollarse y vivir, para crecer y estudiar, los estamos condenando al exilio o la miseria.
Mientras los consumos informativos alimentan y propician una indignación selectiva con la cual destilar la frustración por nuestra propia mediocridad sin hacernos cargo de la responsabilidad que a cada uno de nosotros nos toca por lo que somos a nivel de un colectivo social, cinco vivos aumentan sus arcas, participan en empresas que negocian con el Estado, nos roban el oro, nos roban el futuro. Por la cara y de forma impune.
Elegimos los consumos informativos que nos refuerzan el odio, la frustración y el enojo y nos dejan siempre estancados en el mismo lugar de comodidad, de la queja inactiva, sin cuestionar intenciones e intereses.
Tan rotos estamos todos, todos, todos a nivel personal. Es tanto el daño moral y el quiebre de conciencia que han generado que parecemos estar ciegos frente a lo obvio y evidente.
La indignación selectiva que nos han generado, el odio que han inoculado, no es de ninguna manera la solución a los déficit del sistema. Es la distracción, es la caverna de Platón. Todos en la cueva mirando unas sombras que de ninguna manera constituyen lo real. Convencidos de que nuestras acciones son moralmente correctas porque expresamos descontentos selectivos pero de ninguna forma equitativos y mucho menos, constructivos mientras el poder evapora recursos, rifa tierras, fuga dólares y divisas, destruye las herramientas de desarrollo tales como Universidades, Ciencia, Arte, Cultura. Todo lo que constituye una oportunidad para el pensamiento crítico, todo lo que nos vincula con el reconocimiento de nuestras identidades sociales, de clase, reales, está en riesgo y no es inocente.
Yo los invito a pensar por encima del odio, del enojo, de la frustración, qué tipos de personas quieren ser y en qué país desean que vivan sus hijos.
Yo quiero uno donde la violencia sea condenada siempre en todas sus formas y hacia cualquier persona o colectivo. Donde la educación sea fuente de oportunidad para todos. Donde atacar al más débil sea penado por las mayorías. Donde volvamos a interesarnos por cómo está el vecino, el amigo, el otro. Donde ampliar derechos no sea considerado un derroche o una fantochada. Donde el respeto por las libertades individuales y la protesta colectiva no sean validados sólo para unos pocos. Donde el reino del revés y el país de no me acuerdo sean simplemente literatura.
Escrito por la amiga y compañera Tana @Cecilia182907