sábado, 5 de noviembre de 2022

Intentos de magnicidio de la historia argentina

Intentos de magnicidio de la historia argentina




La frustrada vendetta contra Sarmiento”




Al finalizar su presidencia Sarmiento tenía muchos enemigos que deseaban verlo muerto. El interior profundo no le perdonó la muerte del Chacho, a quién el “padre del aula” había mandado a matar de forma cobarde y salvaje, pero también tuvo marcadas enemistades con los "propios". Tuvo con Urquiza una relación bipolar, luego de Pavón le pidió a Mitre que lo mandara al exilio o a la horca. Luego se reconciliaron y después del asesinato de “Injusto” José, Sarmiento combatió sin piedad a quién la historia oficial le adjudica la orden de matarlo: Ricardo López Jordan, aunque este último siempre negó la autoría intelectual de aquel hecho.

Tampoco tuvo una buena relación con Mitre, quién no quería que Sarmiento fuera su sucesor como presidente de la Nación. Bartolo no logró impedir que Domingo Faustino llegara a la presidencia, la cual ejerció desde 1868 a 1874.

Sarmiento tenía muchos enemigos que deseaban verlo muerto, inclusive su esposa, Benita Martínez Pastoriza, quién se había enterado del romance que Faustino tenía con la hija menor de Dalmacio Vélez Sarsfield, Aurelia. En octubre de 1873 se reunieron cuatro hombres en un bar de La Boca. En la mesa de aquel bar estuvieron Francisco Güerri, Pedro Güerri (tenían el mismo apellido pero no había parentesco entre ellos), Luis Casimir (alias “Eva”) y Aquiles Segabrugo, un tano de rubia cabellera al que apodaban El Austríaco”. Segabrugo les propuso a los tres hombres restantes que asesinaran a Sarmiento y les prometió $10.000, que les pagaría en tres veces, si aceptaban matar al por entonces presidente. Los hombres aceptaron y acordaron que “despacharían” a Faustino el sábado 23/08/1873.



La noche del 23, Sarmiento salió de su casa de la calle Maipú, entre Tucumán y Viamonte (en aquella época se llamaba Del Temple) y se subió a su carruaje tirado por dos caballos. Tomó la calle Maipú en dirección a Corrientes y cuando llegó a la esquina noroeste, su carruaje fue interceptado por tres hombres armados con trabucos y puñales. Los proyectiles habían sido embebidos en bicloruro de mercurio y los puñales en sulfato de estricnina, a la menor herida que se le causase, Sarmiento moriría. Francisco Güerri disparó con su trabuco, que al estar sobrecargado de pólvora, estalló en su mano y perdió el dedo pulgar. Uno de los proyectiles entró por la ventanilla del carruaje y salió por el otro lado. La sordera que Sarmiento padecía hizo que no se diera cuenta de lo que había ocurrido. Se lo contaron al llegar a la caca de Dalmacio Vélez Sarsfield. Al enterarse exclamó: “Hirieron la más alta investidura que puede ostentar un ciudadano de la República, se resquebrajó el respeto a la autoridad”. Dos de los tres sicarios fueron detenidos por la policía esa misma noche. Se trató de Francisco y Pedro Güerri que confesaron que Aquiles Segabrugo, apodado “El Austríaco”, los había contratado para matar a Sarmiento. A los pocos días Luis Casimir también fue apresado y dio la misma versión. El Austríaco logró fugarse a Montevideo y hacía allí fue el encargado de la investigación, el comisario Miguens. No logró detenerlo porque a los pocos días Aquiles fue encontrado muerto, había sido acribillado a balazos. Algunos piensan que su asesino fue el jordanista Carlos Querencio. Miguens logró averiguar en que hotel se había hospedado Segabrugo y logró hacerse de una valiosa documentación que encontró en su habitación, que habría probado que detrás del atentado estaba Ricardo López Jordán. Ese dato es incomprobable porque Miguens fue interceptado por desconocidos, quienes le quitaron las supuestas pruebas. El comisario nunca reveló el contenido de la documentación, quizás temió sufrir el mismo fin de Urquiza, dado que los jordanistas no eran proclives al olvido ni escatimaban en “vendettas”. El fiscal que entendió en la causa, Ventura Pondal, solicitó la pena de muerte para los tres acusados. Finalmente el juez Octavio Bunge sentenció a Francisco Güerri a 20 años de prisión por haber sido el autor del disparo, mientras que condenó a 15 años a Pedro Güerri y Luis Casimir. Pedro Güerri murió preso el 30/04/1883 y Francisco fue indultado por Juárez Celman.





Voy a matar a Roca”




Tomás Sambrice tenía 15 años y era el tercer hijo de una pareja de inmigrantes italianos que vivían muy precariamente en el barrio de Constitución. Tomás pensaba que Roca era el responsable de los padecimientos de la clase trabajadora en su conjunto, aunque en ese entonces, era solo el ministro de Interior de Carlos Pellegrini. Tomás trabajó en una talabartería y en un almacén de Defensa y San Juan. Un día comenzó a expresar su desprecio hacia el ministro del Interior y dijo que mataría a Roca, pero por su corta edad y pequeña contextura, nadie lo tomó en serio y aquellos que lo escucharon se burlaron de sus planes. Sin embargo Tomás compró un revólver Bull-dog de origen inglés, de grueso calibre para intentar asesinar al futuro presidente de la Nación. El chico había planeado dispararle al ministro mientras se trasladara en su carruaje y para lograr la máxima eficacia en su ataque le dispararía frontalmente. El 19/02/1891, la reunión de gabinete se extendió. Algunos ministros habían recibido algunas amenazas, pero resultaban poco creíbles. También había malestar en el Ejército y las heridas que había provocado la revolución de 1890 aún no habían cerrado. Días atrás este Tomás Sambrice había entregado una carta anónima en la en casa de Leandro N. Alem, en donde culpaba a Roca por la falta de trabajo y en donde le anunciaba que lo mataría. Alem creyó que se trataba de un loco o de alguna broma, por lo que no hizo denuncia alguna. El día del atentado, a las 18:30, Roca y Gregorio Soler abordaron el carruaje. Mientras transitaban por 25 de Mayo hacia el Norte se escuchó un estampido cuando llegaron a la calle Cangallo. Roca dijo: "Creo que me hirieron", a la vez que se escucharon corridas y gritos de terror en la calle. El disparo perforó el panel trasero del carruaje, pero la munición se amortiguó entre un resorte del respaldo sobre el que se apoyaba Roca. Sin saberlo, Roca solo tuvo una herida superficial en la zona de la columna, pero bajó del carruaje y corrió desenvainando su estoque (también conocido como espada ropera) mientras Soler cargaba su arma, que no usaría. Roca llegó hasta el chico que era sujetado por un hombre. Cuando notó que era casi un niño le preguntó indignado: "¿Quién ordenó esto?" Las versiones difieren, pero la más extendida dice que Roca abofeteó brevemente a su atacante y que Soler lo habría tomado del cuello. La noticia del atentado se propagó rápidamente y llegó a oídos de Pellegrini mientras caminaba por la calle Florida. El presidente se dirigió a la comisaría donde interrogaban a Sambrice pensando que el atentado era parte del malestar militar. Roca fue llevado a su domicilio y el doctor Güemes, que lo atendió allí, determinó que la herida era superficial.




Cuando el susto pasó, la servidumbre del genocida patagónico preparó refrescos para la multitud que invadió su casa. Hay una anécdota muy curiosa sobre ese día que relata que el estudiante de medicina Juan Leuttary se asomó al zaguán de Roca y preguntó por la salud del ministro.

Al enterarse del fracaso del atentado exclamó: "¡Qué lástima!" y salió corriendo. A la altura de Tucumán y Reconquista fue alcanzado y llevado detenido a la misma comisaría en donde Tomás Sambrice estaba siendo interrogado. En 1886 Roca ya había sufrido un atentado cuando un individuo había logrado acercarse hasta el y le arrojó un adoquín en la cabeza. El agresor fue un tal Ignacio Monge o Monges que al parecer sufría de “delirios místicos”, dado que en el allanamiento a su vivienda se encontró una gran cantidad de libros de espiritismo.





El revólver que no disparó




El ambiente estaba caldeado luego de la última revolución radical de 1905. El presidente Quintana se dirigía en carruaje de su casa a la Rosada cuando, en la intersección de Santa Fe y Maipú, frente a Plaza San Martín, un hombre se acercó a la ventanilla del carruaje y gatilló su revólver varias veces sin éxito.

La Policía identificó al agresor como Salvador Enrique José Planas y Virella, un catalán anarquista de 20 años, que había llegado a nuestro país unos años antes. Declaró ante la Policía que “buscaba dar un giro copernicano a la conducción política del país”.

Fue a la cárcel hasta que en 1911 protagonizó un impresionante escape junto a otros 12 presos de la Penitenciaría Nacional. Nunca fue recapturado.


Dos bombas en una semana







La crisis agobiaba a Figueroa Alcorta principios de 1907, especialmente en Corrientes, provincia que había sido intervenida. El Congreso era un caos, el Senado se niega a tratar el presupuesto para 1908, lo que agravaba aún mas la crisis política que vivía el país.

En este contexto, el presidente suspende el período extraordinario de sesiones legislativas provocando la indignación de los legisladores que intentaban sesionar de todas maneras. El por entonces jefe de la Policía, Ramón L. Falcón, bloqueó el ingreso al Congreso con más de cien bomberos, extendiendo el descontento a un nivel muy peligroso.

Fue en medio de ese inminente caos que Figueroa Alcorta sufrió dos atentados de asesina en una semana, la última de febrero.

El primero, a través de una canasta de frutas con una bomba oculta que debía estallar en la propia casa del presidente. El artefacto falló.

El segundo, ocurrido el 28/02/1907 se produjo cuando Francisco Solano Rejis, un anarquista salteño, intentó depositar una bomba en la entrada del Petit Hotel situado en la calle 1231 en donde vivía el presidente.

Al parecer Figueroa Alcorta logró empujar el artefacto a tiempo con el pie antes de volar por los aires.



El tirador de la columna





Al residente Victorino de la Plaza, de 76 años, le quedaban solo tres meses de mandado, Hipólito Yrigoyen ya era el presidente electo.

Durante el desfile militar del 9/07/1916, el presidente, junto a otros funcionarios y embajadores, contemplaba el desfile desde el balcón presidencial con vista a la Plaza de Mayo. De forma inesperada, de una de las columnas surgió un hombre armado que disparó en dos ocasiones contra el presidente. Para suerte de Don Victorino, el atacante tuvo mala puntería.

El pistolero fue identificado como Juan Mandrini, de 24 años. Tras el atentado declaró que el ataque había sido en protesta por la pena de muerte que le había sido aplicada a Francisco Salvatto y Giovanni Lauro, quienes habían asesinado de 36 puñaladas al contador Frank Carlos Livingston.


Los disparos a Hipólito Yrigoyen




El 24/12/1929 al mediodía, Hipólito Yrigoyen salía desde su domicilio hacia la Casa Rosada. En la intersección de Brasil y Tacuarí, su coche recibió tres inesperados impactos de bala. El tirador fue un mecánico dental italiano llamado Gualterio Marinelli que fue abatido por la policía.

El chófer del Presidente logró acelerar a tiempo, dejando atrás al atacante. Segundos después hubo un intercambio de disparos entre Marinelli y la Policía que terminó con un subcomisario herido y con el mecánico dental muerto.



Los intentos de asesinato contra Raúl Alfonsín





El 19/05/1986, Raúl Alfonsín estaba a punto de llegar a su visita al Tercer Cuerpo del Ejército, en Córdoba. El histórico juicio a las Juntas de 1985 convirtió al presidente en un posible blanco de los militares.

Minutos antes de que el mandatario llegara al lugar, el oficial Carlos Primo, miembro de la Policía cordobesa, vio que cerca del lugar donde debía ubicarse Alfonsín había un cable negro sospechoso que se asomaba cerca de una alcantarilla.

Junto al cabo Hugo Velázquez, siguieron el rastro del cable y encontraron un artefacto explosivo compuesto por una bala de mortero calibre 120 mm con 2,5 kilos de TNT adosada a dos panes de trotyl de 450 gramos cada uno.

Inmediatamente se dio aviso al Comando de Explosivos y se logró desactivar exitosamente el artefacto.

Nunca se pudo identificar a los autores del intento de asesinato, pero le costó el retiro al máximo responsable de la seguridad presidencial, el general Aníbal Verdura quién en 2014 fue condenado a prisión perpetua en el juicio por el circuito represivo de Monte Peloni, en el Partido de Olavarría.




El 23/02/1991, el ya ex presidente Alfonsín sufrió un segundo intento de asesinato. Mientras Don Raúl daba un discurso ante 5000 personas, en un acto organizado por la Unión Cívica Radical en San Nicolás, Ismael Abdala, de 29 años, se le acercó y apretó el gatillo de un revólver calibre 32 largo. Al parecer el mecanismo del arma se atascó y no salió ningún disparo.




Al ver la agresión, el custodio de Alfonsín, el oficial de la Policía Federal Daniel Tardivo, lo cubrió inmediatamente con su cuerpo. Increíblemente Abdala fue detenido por Vicente Massisi de 70 años, un asistente del acto. El inesperado héroe se lanzó encima del agresor y logró sacarle el arma. Otros militantes radicales golpearon al tirador mientras la custodia intentaba retenerlo hasta que finalmente fue detenido por la Policía.

En medio del desconcierto Alfonsín intentó calmar a los asistentes y continuó su discurso subrayando la importancia de defender las instituciones democráticas para garantizar la libertad y la justicia.

Abdalá fue juzgado por intento de homicidio, declarado inimputable por insania mental e internado en un hospital psiquiátrico. Cuando fue dado de alta, llamó por teléfono a María Marcela Alfonsín, hija del político, para pedirle disculpas. María se asustó e hizo la denuncia correspondiente, Abdalá fue internado nuevamente en un psiquiátrico.

En 1994 volvió a salir y a los pocos días se suicidó.





El intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner





El 1/09/2022 un sujeto identificado como Fernando Sabag Montiel, en complicidad con Brenda Uriarte, intentó matar a Cristina Fernández de Kirchner. Cuando la vicepresidenta llegaba a su domicilio, el atacante y su cómplice se mezclaron entre los militantes que la aguardaban y gatilló una pistola Bersa calibre 32 a centímetros del rostro de Cristina. Por obra de un verdadero milagro la munición no salió.




La justicia corrupta y servil al poder real está haciendo todo lo posible para garantizarle impunidad a los autores intelectuales que financiaron el intento de magnicidio.

¿Sabremos alguna vez la identidad de los/as verdaderos/as responsables?


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