viernes, 30 de abril de 2021

India, el imperio de la desigualdad

 

India, el imperio de la desigualdad


India está viviendo una verdadera catástrofe a causa de masivos contagios de coronavirus. La terrorífica cifra llegó en los últimos días a casi 380.000 casos diarios.



La situación es dramática en el segundo país más poblado del mundo que ya presenta un colapso en su sistema sanitario al aumentar los casos de forma descontrolada. Los muertos por coronavirus superan los 200.000. En la capital del país, Nueva Delhi, ya no hay espacio para cremar a los muertos y se han improvisado crematorios en las calles. Piras funerarias a cielo abierto hacen del paisaje una verdadera postal del infierno.

Las familias de los fallecidos tienen que esperar interminables horas para cremar a sus seres queridos, mientras el número de muertes atribuidas al covid no deja de aumentar.

La segunda ola de la pandemia está siendo devastadora para India, con 1.350 millones de habitantes y que suma cada día más de 380.000 nuevos contagios.

Esta situación es padecida por la mayoría de la población que vive en la pobreza más indigna y miserable, mientras que florecen los nuevos ricos, en una economía que hasta antes de la pandemia crecía entre un 7 y un 8% anual. Pero ese crecimiento económico llegó solo una ínfima minoría de la población. La concentración de la riqueza en India es insultante para la condición humana, de los 1350 millones que habitan el país, solo 1 millón es millonario, conocidos como los “nuevos marajás”. La distribución de la renta es de las más desiguales del plantea, en el país con mayor cantidad de pobres del mundo.



Uno de cada seis habitantes de la India es conocido como “dalit” (intocables), unas 200 millones de personas. La mayoría de los/as “intocables” viven en la pobreza extrema, con menos de un dólar al día, y sufren no sólo desigualdad económica, sino discriminación social. Su estatus en la vida, y sobre todo sus derechos, están predeterminados desde el nacimiento debido al sistema de castas, una antigua forma de opresión y segregación que, a pesar de estar prohibida por la Constitución de la India de 1950, aún sigue vigente. Los “dalit” representan la casta más baja de la sociedad.




Un 48% de la infancia dalit presenta signos de desnutrición y el 72% padece de anemia. Un alto porcentaje no asiste a la escuela o abandona los estudios después de terminar la primaria y sólo una cuarta parte de las niñas que viven en zonas rurales va al colegio. Los niños y niñas pertenecientes a este sector social afrontan habitualmente abuso verbal y físico por parte de sus profesores y compañeros, y además deben lidiar con la pobreza extrema, sabiendo que jamás gozarán de igualdad de oportunidades por el simple hecho de haber nacido como “intocables”.

En casi un 40% de los colegios públicos, los niños dalit deben comer separados del resto de alumnos, y en el 20% no se les permite beber agua de la misma fuente por ser considerados impuros. La discriminación es la causa principal de abandono escolar, casi un 70% de los niños y niñas "intocables" de entre 5 y 15 años abandona sus estudios sin terminarlos y tan solo permanecen en el sistema educativo cerca de 3 años. Por todos estos motivos, la educación no ha sido una prioridad para las comunidades dalit y muchos niños empiezan a trabajar desde los ocho o nueve años para apoyar a sus familias.

Según informes de Naciones Unidas, diariamente siete mujeres dalit son violadas, dos dalit son asesinados, uno es raptado o secuestrado, y se cometen crímenes varios contra 80 personas dalit (uno cada 18 minutos). Un 80% de la población "intocable" vive en áreas rurales y el 65% es pobre según el índice de pobreza multidimensional. Aún hoy, los dalit no tienen oportunidades laborales más allá del trabajo forzoso o la esclavitud y están a merced de las castas dominantes, lo que los mantiene en un círculo de pobreza imposible de superar. La esperanza de vida en este sector social es de 39 años en mujeres y de 43 años en hombres.




En mayo de 2020, en el estado de Uttar Pradesh, el más poblado de India con más de 200 millones de habitantes, el gobierno regional suspendió por tres años todas las leyes de protección de los trabajadores, solo se obliga a los empleadores a pagar los sueldos a sus trabajadores (salarios miserables que no garantizan ni la subsistencia), prohibir la esclavitud y el trabajo infantil.

Las autoridades argumentan que la actividad económica fue "severamente afectada por la cuarentena” y que la solución es apelar a "cierta flexibilidad" para "proteger los empleos existentes”.

Otros cuatros estados copiaron las medidas de Uttar Pradesh, como Gujarat, pulmón industrial del país, Madhya Pradesh, Rayastán y Himachal Pradesh. Todos están dirigidos por el partido de derecha nacionalista hindú del actual primer ministro.

En Gujarat, la jornada de trabajo pasó de ocho a doce horas. En Madhya Pradesh, las empresas de menos de 40 empleados ya no tienen obligación de respetar las normas de seguridad industrial, las nuevas fábricas están exentas de cumplir con las reglas básicas de acceso al baño o en materia de vacaciones, y ya no deben informar al Ministerio de Trabajo en caso de accidente laboral de algunos de sus trabajadores/as.



El nuevo giro ultra neoliberal tiene como pretexto a la pandemia, pero la verdad es otra. La pandemia ha expuesto lo que siempre ocurrió en India. Un país basado en la desigualdad y en donde una ínfima minoría de la población vive como verdaderos marajás a expensas del hambre y la pobreza generalizada de la mayoría de los/as hindúes que en estos momentos están esperando horas junto a los cadáveres de sus familiares muertos por covid para que sean incinerados como simples desechos.



¿Algunos/as siguen pensando que después de esta pandemia la humanidad será mejor?



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