miércoles, 28 de septiembre de 2022

Lumpenazis: los sicarios baratos del poder.

 Lumpenazis: los sicarios baratos del poder





El neoliberalismo viene destruyendo a los pueblos del mundo desde principios de los años 80. Cuatro décadas después y luego de la instauración de modelos de igualación y justicia social llevados adelante por espacios políticos nacionales y populares, el neoliberalismo ha regresado fortalecido y disimulado muchas veces en gobiernos denominados "progresistas."

El fascismo es la consecuencia de las calamidades colectivas. El fascismo italiano creció en las ruinas dejadas por la Primera Guerra Mundial y el nacionalsocialismo hizo lo propio en medio del hambre generalizado, la hiperinflación y el desempleo en Alemania. Causas directas de la crisis financiera mundial de 1929.

El fascismo desapareció de la superficie social por casi 35 años gracias al Estado de bienestar surgido después de la Segunda Guerra Mundial, pero permaneció latente hasta que se fueron generando las condiciones para que vuelva a brotar a partir del advenimiento del neoliberalismo.

El neoliberalismo fue implantado en nuestro país en 1976 por los sicarios militares de la oligarquía. El nuevo sistema basado en la desigualdad social fue abonado con la sangre de 30.000 argentinos/as asesinados/as. El terrorismo de Estado tuvo por fin la imposición de un modelo de exclusión que benefició a la élite que lo financió, apoyó y justificó. 

Con el retorno de la democracia en 1983 el neoliberalismo se asentó y comenzó lo que denomino como el "genocidio después del genocidio." La consecuencia directa de las recetas neoliberales es un genocidio social caracterizado por el hambre, la falta de oportunidades, el enojo y el resentimiento que genera la explotación y la exclusión. Esa es la mezcla inflamable que inicia el incendio fascista.

El desgobierno de Mauricio Macri terminó con 12 años de redistribución equitativa del ingreso y empobreció al país con un brutal ajuste y generando una deuda impagable con el Fondo Monetario Internacional. A partir de diciembre de 2015 y hasta diciembre de 2019 se llevó adelante el peor genocidio social de la historia argentina.

El gobierno encabezado por Alberto Fernández no ha sabido, no ha podido o no ha querido terminar con el orden establecido por el macrismo en donde una minoría poderosa se enriquece impunemente a partir del padecimiento de las mayorías populares y trabajadoras. Las consecuencias económicas de la pandemia y la actual guerra entre Rusia y Ucrania agrandaron aún más la brecha social, especialmente en aquellos países con graves problemas económicos preexistentes.

A partir de los mensajes de odio propagados por los medios de comunicación oligarcas, las declaraciones incendiarias de varios integrantes de la oposición política y de la tibieza del actual gobierno argentino, nació una nueva variante de extremismo: "el lumpenazismo". Durante los años en que gobernó el peronismo las denominadas "marchas del odio" estaban integradas por los sectores de altos y medios ingresos que históricamente se negaron a perder privilegios. Los sectores populares se  mantuvieron  al margen . El sector mayoritario se mantuvo inmune al fascismo gracias a la existencia de un Estado presente entre 2003 y 2015. 

Lamentablemente la falta de convicción del actual gobierno también contribuye a que algunos/as integrantes de los sectores populares y trabajadores acosados por la vulnerabilidad y formateados desde los medios de comunicación ligados al poder real se incorporen a las huestes del odio, muy especialmente jóvenes enojados/as y resentidos/as por la falta de oportunidades. El ejemplo más esclarecedor es el de Revolución Federal, banda neonazi con vestigios terroristas liderada por Jonathan Morel de 23 años. Una verdadera asociación ilícita que se dedica a fomentar el odio y hacer apología constante del delito para generar un clima que lleve al caos social generalizado. No se han quedado solo en lo discursivo, han pasado a la acción. Desde su irrupción en mayo de este año vienen protagonizando escraches y amenazas a dirigentes de izquierda y del actual gobierno. Se han atrevido a arrojar antorchas contra el fachada de la Rosada, atacar el vehículo en donde se trasladaba el ministro de economía Sergio Massa y amedrentar violentamente a todos/as aquellos/as que se atrevan a pensar distinto. Cuando realizaron sus acciones violentas, la Policía de la Ciudad de Buenos Aires permaneció pasiva o estuvo ausente, ¿Tendrían la zona liberada?




Recurren a la violencia simbólica construyendo guillotinas, poniendo bolsas mortuorias e instigando el asesinato de dirigentes políticos desde las redes sociales. Los autores materiales e ideológicos del intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner están ligados de forma directa e indirecta a este grupo cuasi terrorista integrado por lumpenazis.

Algunos de estos delincuentes fueron halagados en varias oportunidades por los medios de comunicación que forman parte del Ministerio de propaganda de la alianza neoliberal conservadora. Son la mano de obra barata utilizada por los sectores del poder real para generar caos social y un clima que propicie el retorno de la oligarquía saqueadora al poder. Se les encomendó la tarea de eliminar al principal escollo político que tiene la oligarquía: Cristina Fernández de Kirchner. Tienen en claro que jamás podrán derrotarla definitivamente a través de la política y quizás por eso hayan intentado asesinarla.




La alianza neoliberal conservadora construyó a los excluidos para que militen la continuidad de la exclusión a través del odio, esto marca la perversidad de su accionar a la hora de intentar reconquistar el poder político. Seguramente el financiamiento de los lumpenazis proviene de aún desconocidos y poderosos bolsillos. La justicia deberá pegarle al chancho para que aparezca el dueño como reza el dicho popular.

La única forma de combatir al fascismo en todas sus formas es construyendo sociedades más justas e inclusivas y para lograrlo hay que defender sin dilaciones los intereses de las mayorías populares y trabajadoras. Más allá de los aciertos del gobierno en materia de salud pública en épocas de pandemia y de la actual reactivación económica, aún no ha encontrado el rumbo que lleve a la justicia social y la inclusión. En Argentina el 36,1% de la población es pobre (unas 17,3 millones de personas) y el 8,8% es indigente, una verdadera tragedia funcional al fascismo.

La falta de eficacia de los espacios políticos que históricamente representaron a las mayorías populares y trabajadoras le ha dado a la extrema derecha nuevos bríos y una alarmante vigencia. Hay ejemplos varios en todo el mundo, Trump (EEUU), Giorgia Meloni (Italia), Kast (Chile), Bolsonaro (Brasil), Orbán (Hungría), Marine Le Pen (Francia), Santiago Abascal (España), Alexander Gauland/Alice Weidel (Alemania)  y el llamativo e impensado auge de la extrema derecha en los países escandinavos, como por ejemplo Jussi Halla-aho (Finlandia)

La tibieza de los/as que fueron votados/as para equilibrar la balanza potencia la mezcla inflamable que inicia el incendio fascista.